Confederaciones Rurales Argentinas manifiesta su total repudio ante las manifestaciones nuevamente agresivas que el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, le propinó al sector productivo en su totalidad. En su cotidiana exposición matutina Capitanich volvió a encender la mecha, intentando incentivar el odio entre los mismos argentinos, demostrando no estar a la altura del cargo que ocupa y de la actualidad de la Argentina.
«Quien más ayudó a los productores es el Gobierno», sentenció desafiante el jefe de Gabinete. ¿Se referirá a desincentivar la producción de trigo a través de cuotas de exportación, intervenciones y precios máximos que demolieron un mercado competitivo, expulsando al 50% de los productores? El incentivo tampoco pudo haber dejado sobre la mesa la menor superficie sembrada de trigo de los últimos 111 años, la pérdida de mercados externos y los graves problemas para abastecer el consumo interno.
La ayuda para producir ¿será para el maíz? Hoy nuestro país podría producir 35 millones de toneladas, consolidarse como segundo exportador mundial y aportar divisas a la economía nacional por más de 5.000 millones de dólares. Sin embargo lejos estamos.
Los productores no especulan, no son avaros y no son monstruos antipatriotas que se levantan todos los días para atentar contra la economía del país y, por ende, contra sus propios hermanos, como quiere hacerle creer el Gobierno a la sociedad. Es la clara búsqueda de encontrar culpables la política más identificatoria de estos 10 años. Sin asumir sus propios errores, sus desmanejos, su conciente ignorancia sobre temas productivos, el Ejecutivo nacional ataca y ataca, a los medios independientes, a los empresarios no oficialistas, a los productores agropecuarios y a los dirigentes del campo, dilatando la toma de medidas concretas que formen parte de una solución de larga plazo.
No son momentos para que los funcionarios luzcan su verba demagógica, sacando a la luz la más nefasta versión del relato K, ese que niega la inflación, ese que inventa fantasmas destituyentes, ese mismo que crea contrincantes en busca de generar demonios, para no hacerse cargo de los grandes problemas generados desde el mismo riñón del oficialismo y que ha sumergido a nuestro país al borde de esta crisis.
El interior del país está atravesando graves dificultades con cierres de comercios, crecimiento de la desocupación, la violencia y la delincuencia. Las cadenas productivas están rotas, con eslabones a los que se les hace imposible llegar a cubrir los costos. Como los hemos anunciado desde hace más de 5 años las economías regionales están languideciendo debido, entre otros factores, al aumento de los costos y los magros precios que reciben los productores. Serán muchos los años que llevará la reconstrucción de la producción en la Argentina, pero mientras más se dilaten las medidas más agudo será el daño.
La «mesa de los argentinos» está cada vez más vacía y tambaleante con las patas rotas. Cada día cuesta más caro comprar alimentos, cada día cuesta más producir leche, carne, frutas o verduras. Lo hemos dicho: productores y consumidores las dos caras más dañadas de esta “década ganada” de precios cuidados.
Quien más que el mismo productor es que el desea vender su producción para continuar con su trabajo, ese mismo que viene haciendo desde años y que seguramente heredó. Solo se necesitan condiciones estables y una visión de largo plazo, como lo necesitan los comerciantes, los industriales y todos los integrantes de la economía argentina.
Desde el sector productivo nos hemos cansado de intentar abrir puentes de diálogo con referentes del Gobierno, y siempre hemos recibido reveses que solo buscan ningunear a los productores, a los dirigentes agropecuarios y a las entidades más representativas del campo. Una vez más el Gobierno está leyendo el libro de la realidad al revés, buscando el camino del odio, del amigo/enemigo, no poniéndose ni de cerca de la altura de las circunstancias.
Fuente: CRA