Hasta hace poco tiempo, un par de años, las malezas parecían haber quedado archivadas en los viejos libros de agronomía.
Y de un momento al otro lo que estaba en los libros volvió a hacerse realidad, más aún, con otros problemas que no figuran en los libros. No hay reunión técnica donde las malezas no ocupen parte del programa, y los productores y asesores hacen fila para estar.
En esta escalada habría que diferenciar dos grandes causas, por un lado la aparición de malezas que desarrollaron resistencia a algún herbicida, y por el otro aquellas que muestran cierta tolerancia a uno o más de los herbicidas más utilizados y que supieron ganar así espacio en el sistema de siembra directa que domina el paisaje agrícola argentino.
En cuanto a las primeras, ya por el año 1996 se denunció el primer caso de resistencia a herbicidas en Argentina, el Amaranthus quitensis (yuyo colorado) resistente a las imidazolinonas. Pero afortunadamente se liberaba la soja RG, lo que permitió controlarlo fácilmente con glifosato y este caso de resistencia pasaba al olvido para la región sojera. Pero a partir del 2005 el tema recobró importancia con los primeros casos de Sorgo de Alepo RG en el NOA. En aquel momento, poca importancia se le dio al caso, pensando que iba a quedar circunscripto a una reducida área de Salta y Tucumán. Pero hoy lo tenemos presente en Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Buenos Aires, en parte debido al transporte de semillas que realizó el hombre con maquinarias y en parte a la aparición de biotipos intrínsecos de cada lugar, según un reciente estudio.
A partir de entonces, año a año vamos agregando nuevas malezas a la lista de resistentes. El Raigrás anual y el perenne desarrollaron biotipos resistentes a glifosato en el sur de Buenos Aires y posteriormente el anual también desarrolló resistencia a dos grupos de herbicidas muy utilizados para su control en el cultivo de trigo, los inhibidores de ALS (sulfunilureas) y los inhibidores de ACCasa (graminicidas DIN, FOP y DEM). Se convirtió entonces en la primera maleza con resistencia múltiple en argentina, aunque en otros países lo había manifestado. Hoy el Raigrás resistente se encuentra en clara expansión, encontrándose en el norte de Buenos Aires, en Santa Fe y en Entre Ríos. Y la lista de resistentes continúa con Avena fatua resistente a los inhibidores de la ACCasa y Echinochloa colona y Cynodon hirsutus resistente a glifosato.
La pregunta obligada es si esto es circunstancial o la tendencia de aparición de resistencia continuará. La respuesta es simple, pretender que esto frene aquí sería como esperar que baje la inflación por sí misma.
Por el otro lado, existe una creciente aparición de malezas tolerantes. Son las que toleran altas dosis de los herbicidas más utilizados, lo que les permitió ir ganando terreno año a año, ante la falta de respuesta de quienes gestionan el agroecosistema.
Dentro del grupo de tolerantes que han sabido ganar terreno vale mencionar a Borreria y Gomphrena, dos especies relativamente nuevas para nuestros sistemas agrícolas, con muy escasas soluciones de control químico hasta el momento. Los Chloris y Trichloris también presentan alta tolerancia a glifosato y generan inconvenientes productivos. Rama negra es seguramente el estandarte de las malezas tolerantes. En Brasil ha sido denunciada su resistencia a glifosato, pero aquí esto aún no ha sido confirmado y se presenta como un caso de tolerancia. Esta especie creció exponencialmente los últimos años y obligó a repensar el manejo del sistema. Se suele decir que Rama negra fue para el manejo de las malezas lo que Roya fue para las enfermedades en soja, que más allá de su daño permitió descubrir otras fallas de manejo y obligó a prestar más atención a lo que antes pasaba desapercibido. Por supuesto que malezas tolerantes hay varias más, dentro de las más mencionadas se encontrarían Viola, Commelina, Parietaria, Malva y Senecio, aunque cada zona y sistema productivo tiene las propias.
Ahora bien, la causa de uno u otro problema es diferente. Las resistencias surgen, en la mayoría de los casos, del uso repetido de herbicidas como única herramienta de manejo, más aún herbicidas con igual modo de acción. Las tolerancias son características propias de la especie que le permiten sobrevivir a determinada dosis de herbicida que resulta letal para un número importante de especies.
Una diferencia marcada es que la resistencia existe para determinado biotipo, que se circunscribe a una determinada área, cuando el resto de la especie sigue siendo susceptible. Tendremos así plantas resistentes y tolerantes conviviendo, aunque si seguimos presionando con la misma herramienta irá aumentando el número de resistentes sobre el de susceptibles. Un caso típico que lo ejemplifica son los manchones de sorgo de Alepo resistentes a glifosato, que van ganando espacio si no se toma real conciencia del problema.
Los problemas de tolerancia, en cambio, no manifiestan diferencias entre 2 biotipos, sino que toda la especie resulta tolerante a determinado herbicida.
Hoy nos encontramos ante una situación mucho más compleja que hace algunos pocos años, sea por casos de resistencia o de tolerancia. Lo importante es pensar que hacer hacia adelante. Dos caminos relativamente sencillos parecerían estar a la vista. El primero de ellos es el lanzamiento de nuevos herbicidas que controlen este tipo de malezas, un “nuevo glifosato” que solucione el problema de manera total y sencilla. Lamentablemente el “nuevo glifosato” no solo que no está en pañales, sino que ni siquiera ha nacido y nada indica que nazca pronto. Sí hay algunos nuevos herbicidas en carpeta, pero actúan en los mismos sitios activos que los ya existentes, por lo que no tendrán beneficios en cuanto al manejo de la resistencia.
El otro camino, también sencillo, será la utilización de los nuevos materiales transgénicos con resistencia a herbicidas. Sin duda que serán una herramienta útil para resolver algunas situaciones, pero no debemos abusar de esta tecnología, como sucedió con el glifosato que por su efectividad y bajo costo se usó excesivamente, con la consecuente aparición de resistencia. Si usamos de la misma manera la nueva tecnología, tendremos en escasos año resistencias a 2,4-D, Dicamba, Imidazolinonas, graminicidas, PPO o cualquier grupo de herbicidas para los que presenten tolerancia los nuevos cultivos transgénicos.
Las soluciones no son sencillas, se necesita un cambio de manejo integral del sistema, buscando la prevención del problema y un manejo exhaustivo donde ya hay biotipos resistentes y tolerantes. Prevenir significa adoptar prácticas de manejo antes que el problema aparezca. Sin duda que esto puede parecer ilusorio cuando el horizonte de planificación es una campaña, pero las malezas no entienden de esto y tienen todo el tiempo necesario para avanzar. Las malezas son parte del agroecosistema y así deben manejarse, las soluciones puntuales, sencillas, baratas, solo traerán nuevos problemas. Con tecnología vendrán soluciones, con ingenio muchas más.
Fuente: ON24 Agro