La leche está presente en las góndolas argentinas en centenares de formas. Sin embargo, cuando se presenta sola, en un simple sachet o cartón, las preferencias bajan.
Según datos de las principales empresas del sector, cada argentino consume, en promedio, alrededor de 44 litros de leche líquida por año. La cifra está lejos de los parámetros ideales ya que, según postula la Sociedad Argentina de Nutrición, sólo alcanza al 60% del consumo necesario.
Estos días, el sector lechero está en plena reconfiguración. La Serenísima, la principal empresa del ramo, acaba de asociarse nada menos que a Arcor, un gigante en el mundo de las golosinas y los alimentos. Además de los productos, ambas tienen una fortaleza: la distribución. La Serenísima tiene una capilaridad como ninguna en materia de logística refrigerada, mientras que Arcor cuenta con una red similar en camiones secos. La potencialidad de las dos las hace muy competitivas. Sancor, por su parte, sigue con su acuerdo con Venezuela y, tal como su competidora, se vio beneficiada por la devaluación y la posibilidad de colocar sus productos en el exterior.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), desde 1960 el consumo de leche per cápita de los países en desarrollo casi se ha duplicado, aunque aumentó más lentamente que el de otros productos pecuarios como carne o huevos. Durante las dos últimas décadas, el consumo de leche per cápita disminuyó en el África subsahariana.
El Índice Lácteo que elaboran Tetra Pak y Euromonitor muestra que 78% del consumo es leche blanca, sea líquida o en polvo. En segundo lugar, con un 11% de participación, se ubican los yogures bebibles y en tercer lugar, con 6%, las leches infantiles.
Fuente: La Nación