El informe del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) que se presentó en Yokohama, Japón, no representa ninguna novedad para los productores argentinos. Ya vienen sufriendo en carne propia la mayor intensidad y frecuencia tanto de las lluvias como de las secas.
En esta campaña, bastaron 180 kilómetros en línea recta para separar una inundación de una sequía.
Febrero fue tan versátil en situaciones que dio para que la Federación Agraria se declarara en alerta y movilización por la sequía que sufrían los campos pampeanos de Embajador Martini y Realicó y para que en la zona núcleo las lluvias taparan de agua a los cultivos.
Cabe consignar también lo ocurrido con las sojas que entre los mediados de diciembre y enero padecieron estrés térmico e hídrico para terminar sufriendo enfermedades fúngicas por exceso de agua.
Seguramente tampoco representó una novedad para la dirigencia política y empresarial de los países desarrollados y en vías de desarrollo el diagnóstico sobre las consecuencias del calentamiento global detalladas en el informe del IPCC.
Al trabajo presentado en Japón que actualiza todo el conocimiento sobre el calentamiento global al analizar alrededor de 10.000 documentos, hay que tomarlo como otro gran campanazo de la comunidad científica para que se tome conciencia de los riesgos de seguir incrementando la emisión de los gases de efecto invernadero en la atmósfera. Por lo visto, las respuestas de la dirigencia mundial han sido insuficientes y no se ha tomado todavía conciencia de la real dimensión del problema.
La estrategia de la comunidad científica parece ser: insistir, insistir, insistir. Antes de que sea demasiado tarde, como pronostican algunos modelos de simulación. Éstos afirman que de llegar a duplicar el nivel de concentración de dióxido de carbono que tenía la atmósfera antes de la Revolución Industrial se provocaría una violenta inestabilidad de los patrones climáticos, sin posibilidades de tener una vuelta atrás. A esto se llegaría de mantener para los próximos cincuenta años el mismo ritmo de emisión de gases de efecto invernadero que se tuvo en los últimos treinta años.
Por el ritmo que llevan las negociaciones internacionales queda claro que aún no se quieren pagar los costos para realizar los cambios y disminuir la emisión de gases. Quizá las reuniones de Lima, a fin de este año, y la de París en 2015 cambien la tendencia.
De todas formas y como bien lo saben los productores argentinos los efectos del calentamiento global ya se están produciendo.
Nuevos modelos de negocio
Con toda la evidencia científica sintetizada en el reciente informe de Yokohama sobre el calentamiento global y sus efectos es lógico que se vuelvan abrir grandes interrogantes sobre el negocio agropecuario, en especial el agrícola. Al cambiar un factor tan importante como el clima y volverse más impredecible y agresivo ¿se contempla adecuadamente el aumento del riesgo empresario? ¿Cuál es la utilidad de manejarse con los promedios cuando las variabilidades son tan grandes?
«En 2012 llovieron en el campo de Trenque Lauquen 1450 milímetros, que es un récord histórico. Al año siguiente llovió sólo 547 milímetros. Lo cierto es que estos campos tienen un promedio desde 1923 a la fecha de 820 milímetros al año, pero es un promedio que en los últimos años nunca apareció», afirma el productor Santiago del Solar. Para esta inestabilidad climática, del Solar aplica la siguiente receta: «Hay que pensar cuál es la capacidad que tienen las empresas agrícolas de repetir el negocio. Si no pueden superar uno o dos campañas malas es necesario que se pregunten si están en el negocio adecuado. Sobrevivir al clima no es una cuestión del tamaño de la empresa sino de su capacidad de resilencia».
Por lo visto en las últimas campañas hay empresas grandes que no toleran un par de años malos, ya sea por problemas financieros o por decisión de los accionistas, y otras más chicas que a fuerza de austeridad y bajo endeudamiento pueden sobrevivir.
En definitiva, puede promediar los distintos resultados económicos de las campañas sólo el que tiene espalda para aguantar. Así habrá que comenzar a tener en cuenta que no sólo diversifica el que cambia de cultivos y zonas sino también el que puede mantenerse en el negocio por varios años.
En la pampa húmeda sacarse un cero en producción por secas o inundaciones pasó de ser una situación muy infrecuente a una medianamente probable. Este escenario pone especial presión a los contratos de alquiler con renta fija.
¿Fin del optimismo?
El cambio climático también abre interrogantes tan acuciantes como: ¿se puede seguir siendo optimista con las proyecciones de aumentos en la producción de alimentos? ¿Se podrá satisfacer un aumento del 60% de la demanda en los próximos 40 años? El informe de Yokohama genera una primera duda al respecto: pronostica para la Argentina una caída de los rendimientos. Lo cierto es que las mayores temperaturas afectan la productividad al desarrollar los cultivos de forma más rápida, acortando los ciclos, afectando la fotosíntesis, la respiración y el llenado de granos, causando eventualmente esterilidad en el período reproductivo e incrementa la población de plagas y enfermedades.
En contrapartida, la siembra directa realizó un tremendo aporte en el ahorro de agua de los cultivos y la biotecnología contribuyó con materiales con mayor tolerancia al stress hídrico y adaptación a temperaturas extremas.
La carrera entre los nuevos escenarios que planteará el clima y las herramientas que brindará la tecnología tiene un final abierto
Felix Sanmartino `para La Nación