Días atrás hemos visto y escuchado absortos, una alocución pronunciada por la Sra. Hebe Pastor de Bonafini, en donde entre varias consideraciones de distinto tono, hacía completa incitación a quemar campos de soja y a probar armas con niños hijos de políticos, aguardamos el tiempo prudente para una rectificación y pedido de disculpas, porque quizás la senilidad puede confundir a las personas y hacerlas decir cualquier cosa, sin embargo esta nunca llegó.
Resultan, predelictuales, dichas declaraciones que no hacen otra cosa que mostrar el odio que aún anida en el alma de algunas personas y que se permiten exponerlas con total desparpajo, sabiendo de antemano que no serán castigadas por la justicia, porque no es ni la primer vez ni distinto mensaje a el que nos tiene acostumbrados, diatribas gratuitas, amenazas, ofensas, descalificaciones, insultos, escraches, forman parte de la cultura política social de esta mujer, que junto a un grupo reducido de estultos aplaudidores, siembran de rencor y violencia nuestro país.
La Argentina que tenemos, muestra a la sociedad esperanzada en las divisas que aportara el campo (dentro de ello la soja) al mismo tiempo que marginales cegados de violencia alientan la quema de cultivos, alentando destrucción e incitando al ensañamiento y al quiebre de la paz social.
Ya vivimos esta violencia desgarradora en los setenta, pero parece que algunos no aprendieron nada de la enseñanza de la historia y vuelven con los mismos mensajes de antaño a quebrar la vida democrática de los Argentinos.
Asombra también el silencio de los responsables políticos de nuestro país, a quienes no hemos escuchado una sola frase vinculada a tan tristes hechos.
Desde Confederaciones Rurales Argentinas, rechazamos la construcción e incitación a todo tipo de violencia, condenamos las expresiones groseras, violentas e incitadoras a quemas de propiedades, destruir cultivos y dañar niños y pedimos la aplicación de las mismas leyes y justicia que rigen para el resto de los argentinos.
No dejemos que unos pocos, incorporen la violencia como una normalidad en el proceso democrático y la vida cotidiana de nuestra Nación.