Opinión formada de la entidad durante el último consejo de CRA del mes de diciembre.
Termina el año 2018, un año difícil, largo, complejo y en donde todos, hemos retrocedido, estamos pobres, en lo económico, en la ausencia de reformas estructurales, en la inflación que nos domina, en el futuro que se presenta insondable.
En el campo tampoco la pasamos bien, sequías, y medidas económicas, ayudaron a un año de vaivenes y sacudidas, de marchas y contra marchas, en donde la incertidumbre nos alimenta día a día.
Hay más cosecha, debido a la voluntad inquebrantable del productor y a la mejora climática, pero los problemas estructurales persisten o se agrandan.
Volvimos a las retenciones, a la presión fiscal, a correr inflación contra salarios, volvimos a los bonos no remunerativos, volvimos a los subsidios de fin de año.
Para afuera somos esperanza promisoria, para adentro somos realidad, 33% de pobreza marca la UCA y nadie la discute, porque la pobreza se observa.
Planes y empleo público, 18.000.000 millones reciben, 7.000.000 pagan, la cifra es tan evidente, que asusta detenerse.
En los albores de un año electoral, volvió el trapicheo bajo de la política, votaremos cada semana según Provincia o Nación y sin reforma política.
La macroeconomía se hizo insustentable, se nos cortó el crédito externo y entonces volvió la incertidumbre; Claro que con algunas certezas, inflación del 45%, tasas de 60%, caída de PBI del 3%, 33% pobres, y la mayor presión fiscal de la región.
La política, parece bailar sobre estas cifras, cada uno juega su juego de reelección o regreso, no importa con quien o para que, solo basta el destino personal, travestido en declamado amor a la patria, o el haber abrazado la pasión por la política. Los mismos de siempre, claro está.
Los cuadernos ya no educan solo muestran el saqueo, sus organizadores, los corruptos y sus beneficiarios, la justicia dilata y parece medir cada acción, el tiempo pasa y los responsables del ayer son los candidatos de hoy.
Tenemos demasiados problemas para que una mesa pequeña y a veces sorda, se arrogue el derecho de signar la vida de todos; Los resultados los desmienten, no son iluminados, tan solo alguna gente encerrada en su soberbia.
No se sale apelando a un destino prometido y siempre lejano, sino construyendo una sociedad que visualiza su salida comparándola con su realidad, de lo contrario el discurso se ahueca y pierde razón.
No nos olvidamos – mucho menos en el campo- de dónde venimos, que nos dejaron, quienes fueron y donde están ahora.
Sabemos que el pasado se mimetiza y acecha, no traen ideas nuevas, sino viejos odios y prometidas revanchas, guardan esperanzas porque la actualidad y la desmemoria parece agigantarlos.
En el 2019 elegiremos autoridades en todos los distritos, alguna vez debiéramos pensar que no es tan importante quien gana sino que hará el que gane y quien lo controlará.
No pudimos transparentar la política, ni las elecciones, que cuando arrancamos con las barrabravas caímos en la realidad de su vínculo estrecho con la política, – con toda la política- a no hacerse los distraídos.
La experiencia nos muestra que es posible cambiar un gobierno pésimo, pero que eso solo no basta, si los que ganan se sienten los nuevos iluminados.
Las mejoras institucionales, se valoran, pero deben formar parte de una integridad, de lo contrario se diluyen.
El mundo nos mira, a veces impiadoso, porque lo hemos defaulteado, otras, como una potencia a quien comprarle, vivimos demasiado tiempo con plata prestada para gastos corrientes, hemos comenzado un camino de reducción de déficit, como siempre en Argentina, nos lo impuso la realidad y fue a la apuradas, de urgencia, como terapia intensiva, los efectos los vemos en el día a día, sin saber si es parte de una agonía o una salida.
Escuchar, no es una mesa para solucionar problemas chicos de la cotidianeidad, lo que reclamamos es participar en las decisiones que nos incumben y tener un único rumbo en cinco o seis políticas públicas, que nos proyecten alguna vez, sea quien fuere el Gobierno, a un horizonte compartido.
Cerrar el 2018 sin decir nada, nos hace injustos con nuestros productores, con sus esperanzas, con su situación real, con su incertidumbre y con la necesidad de expresar que están hartos de aportar a un país cuyo dilema moral parece achicarse a chorros de primera o iluminados de segunda.
Triste realidad, que no resignaremos e inhiba la esperanza.