Dos campañas consecutivas con lluvias escasas provocaron un rojo de 4355 millones de pesos en la cosecha de granos y 750 millones en la ganadería; ya se produjo una gran mortandad de animales.
EL TUNAL, Salta.- Un grupo de animales come alimento comprado, el único sustento que hoy tienen y los mantiene en pie, y sobre el fondo resalta una imagen casi de tierra arrasada. Donde hoy debería haber una pastura para comida sólo hay un suelo polvoriento y árboles que, más resecos aún, reflejan el peso de una sequía histórica y atroz, que se da por segunda campaña consecutiva.
«Ya no hay comida y lo que damos es grano comprado. En octubre tiene que llover, si no, se nos va a acabar esta comida también.» La frase es de Ignacio Lupión, asesor de ganaderos y vicepresidente de la Sociedad Rural salteña. Es un testimonio más, de los tantos que abundan aquí, del dramatismo en esta provincia.
Este campo está 180 kilómetros al noroeste de la ciudad de Salta. Recibió de lleno el golpe de la sequía: de un registro de lluvias anuales promedio -de julio a julio- de 600 milímetros cayó a poco más de 200 milímetros. Y encima hasta octubre o noviembre no es época de lluvias. Una seguidilla de heladas que llegó a tocar 8 grados bajo cero en varios lugares (para muchos, las más graves en 25 años) terminó de destruir el poco pasto que algunos tenían.
Antes, en este establecimiento el rodeo comía una parte del pasto producido en verano y dejaba otra para tenerla disponible a esta altura del año. Sin embargo, por la sequía el pasto ya se acabó y hubo que comprar maíz y otros productos. Ese alimento cuesta 7 pesos por día por animal. Por otra parte, en el campo el agua se saca de pozos cuyo caudal está bajando.
«El que pudo comprar comida sobrevive, pero muchos otros no pudieron conseguir alimento por problemas financieros», indicó Lupión.
Ya hay mortandad de hacienda en la región, y los números hablan de una catástrofe en marcha. «Se estima que bajó de 30 a 35 por ciento el stock ganadero de Salta por ventas [forzadas], traslados [de hacienda] y el no ingreso de nuevos animales a la provincia. Esto pasó en los últimos ocho meses. De 1.050.000 cabezas bajamos a unas 750.000», ilustró Lupión.
Ese retroceso representa una descapitalización de $ 750 millones para la ganadería salteña. Otro ejemplo: Salta solía comprar unos 200.000 terneros para engordar, pero ahora ese movimiento bajó a unos 50.000 animales.
En tanto, Federico Mónico, técnico del INTA Joaquín V. González, a pocos kilómetros de este lugar, dice que en departamentos del norte provincial, como San Martín y Rivadavia, la pérdida de hacienda podría trepar al 35%, en muchos casos en establecimientos de pequeños productores, mientras que en esta zona la pérdida podría rondar el 15 por ciento.
«Si llueve en septiembre, como dicen, esto se frena [por la mortandad] porque rebrotan las pasturas, pero si no llueve va a ser peor», explicó.
La agricultura salteña también está en default. En zonas agrícolas donde llovía de 700 a 800 milímetros, bajaron a 220/250 milímetros el último ciclo y, además, la campaña anterior las precipitaciones ya se habían reducido un 50 por ciento. Hoy no hay trigo sembrado. Salta suele sembrar unas 250.000 hectáreas de este cereal que ahora no están, porque sin humedad no se pudo trabajar.
En soja, un 30% se perdió antes de que finalice su ciclo y el 70% restante tuvo graves daños. En resumen: de 650.000 hectáreas planificadas para la siembra de soja se cosecharon 432.250 y los rindes promedio cayeron de 2800 a 700 kilos, tres veces menos que lo normal.
En maíz ocurrió algo similar. De 150.000 hectáreas planificadas sólo se cosecharon 99.750 y los rindes descendieron de 6000 a 2000 kilos. En el poroto, cultivo en el que Salta es la principal productora del país, las cosas no fueron mejor. De 220.000 hectáreas que se pensaban sólo se cosecharon 35.200. Según la Asociación de Productores de Granos del Norte (Prograno), las pérdidas de la última campaña trepan a $ 4355 millones y además el productor está con problemas para iniciar la próxima.
«Hay muchos productores que quedan fuera del esquema productivo y no van a poder sembrar. Y la preocupación es que con la actual carga impositiva el negocio está dejando de ser rentable», apuntó Lisandro de los Ríos, gerente de Prograno.
Nadie sabe qué va a pasar con el 30% de las tierras que suelen alquilarse para producir. Lo que sí saben es que con presión fiscal en el alza y sin ayuda del gobierno nacional la sequía agrava todo. Por retenciones, el Estado se lleva en un año climático normal $ 2000 millones de la producción agrícola de Salta. Incluso la última campaña, cuando todos los productores perdieron, el gobierno nacional igual se llevó $ 300 millones. «Con las retenciones y fletes que pagamos los números son muy ajustados», concluyó De los Ríos.
Por Fernando Bertello | LA NACIÓN